Seguramente, en muchas ocasiones, has leído o escuchado esa frase tan repetida de «Conócete a tí mismo», frase que ya estaba a la entrada del oráculo de Delfos y que escritores, filósofos, poetas y demás personas a lo largo de la humanidad, han puesto como fin último y supremo del ser humano.
Ahora bien, ¿qué es eso de conocerse uno a sí mismo? ¿Acaso no se da por supuesto que uno mismo es el que mejor se conoce?
Vamos a ver que, pese a convivir con nosotros mismos, hay determinados puntos de los que igual no somos conscientes y hacia los que se suele enfocar la terapia cuando se trata de concerse mejor a sí mismo.
Primero vamos a hablar de hablar. Algo que suelo preguntar en mis primeras sesiones es: ¿quién es la persona con la que más hablas en tu día a día?
Piensa… vamos a ver si has llegado a dar con la solución correcta… la respuesta es, sí, contigo mismo. Nuestros pensamientos son lenguaje, y no paramos en todo el día de decirnos cosas. Ahora bien, ¿somos conscientes de lo que nos decimos, cómo nos lo decimos? Desgraciadamente nuestros propios pensamientos nos suelen pasar muy desapercibidos.
Darse cuenta de lo que piensas es un buen ejercicio para empezar a concerte y, sobre todo, para darte cuenta de cómo te tratas a ti mismo.
Segundo, un conocimiento más puro de uno mismo pasa por volver a repasar la historia de vida, y con esto me refiero a poder hablar y observar nuestra infancia y maduración.
Todos nacemos y crecemos rodeados por un ambiente y por unas determinadas personas, las cuales nos influyen.
Visualiza un bebé, un niño muy pequeño, y piensa en todo lo que se le dice acerca de cómo tiene que comportarse, ser, hacer, decir, pensar acerca de sí, de los demás, del mundo…
Directa e indirectamente se nos educa en unos valores y unas creencias ante las cuales todos nos adaptamos, pero es una adaptación tan «natural» que nos parece que ha sido en todo momento elegida libremente.
Por ello es bueno ver cómo esas adaptaciones me pueden condicionar a día de hoy de tal manera que puedan generarme obstáculos o quizás no sean las herramientas mas útiles para mi vida como adulto.
Llegar a esas dos cosas, darse cuenta de lo que nos decimos día a día, y ser consciente de cómo mi vida me ha llevado a actuar y/o pensar de determinadas maneras es una parte importante del autoconocimiento.
Una tercera sería la capacidad para tener conciencia y una buena gestión emocional. A día de hoy ya no resulta raro que nos hablen de inteligencia emocional. Aún así, hay mucho más trabajo mas allá de la teoría, es bueno conocerlas pero también reconocerlas en el propio cuerpo.
Así mismo es bueno y sano ver, en cada caso e historia de vida, cuál es la razón profunda para que unas emociones se puedan activar más que otras o porqué nos cuesta gestionar alguna de ellas.
Con todo ello simplemente espero que veas que el cambio es posible, la mejora, el crecimiento… se trata de poco a poco, y con un buen acompañamiento profesional, ir redescubriéndonos.
El resultado merece la pena. Serás tú.
Pablo Fernández Díaz. Psicólogo. Psicoterapeuta Humanista.